Por primera vez se vuelve a excavar, tras más de medio siglo, en el célebre parque arqueológico. En los últimos meses han aparecido en la Región V preciosos frescos, objetos cotidianos y hasta el esqueleto del último fugitivo. Y todo, gracias al Gran Proyecto Pompeya, financiado por la UE con 105 millones de euros.
Ángel Gómez Fuentes | ABC.es/cultura 05/08/2018
Pompeya vuelve a fascinar al mundo con sus nuevos
descubrimientos. Por primera vez, después de más de medio siglo, se
vuelve a excavar en la antigua ciudad romana, que nos ofrece nuevas
bellezas y sorpresas, itinerarios inéditos, domus y ambientes que dejan
boquiabiertos a los arqueólogos e investigadores. Este año se conmemora
el 270 aniversario de las primeras excavaciones, iniciadas por deseo de Carlos III de Borbón, que son uno de los mejores testimonios de la vida romana.
Ahora, en el Parque Arqueológico de Pompeya, según explica su director, Massimo Osanna, en una entrevista con ABC, se vive una auténtica «revolución», gracias al Gran Proyecto Pompeya,
financiado con 105 millones de euros por la Unión Europea. Se está
excavando el sector llamado Región V y se descubren nuevos frescos,
esculturas, ánforas, preciosos objetos, monedas, inscripciones y
víctimas de la erupción del Vesubio que sepultó la ciudad en el 79 d.C..
Recorremos las excavaciones, que se desarrollan en un área de poco más de mil metros cuadrados, acompañados por el arqueólogo Francesco Muscolini, quien nos detalla algunos de los descubrimientos más llamativos: el lugar donde se encontró el «último fugitivo de Pompeya», la Casa de los Delfines, objetos de la vida cotidiana como ánforas o inscripciones electorales, en una de las cuales se lee: «Por favor, elegid a Elvio Sabino como edil, digno del Estado, uno bueno».
Todo lo que se encuentra se conserva en un almacén, al lado de las
excavaciones, para clasificar y analizar cada objeto en el laboratorio.
Sobrecoge y emociona recorrer las salas de la Casa de Júpiter con
adornos de estucos coloreados muy antiguos «seguramente de 150-200 años
antes de la erupción», afirma el arqueólogo Muscolini. La domus,
propiedad de un hombre particularmente rico, el senador M. Nonio Balbo,
recibe el nombre de Júpiter porque el dios principal de la mitología
romana está representado en un fresco en una pared del jardín. Está ya
muy descolorido porque se encontró en las excavaciones parciales que
aquí se hicieron en el siglo XIX. «Fueron unas excavaciones un tanto
salvajes, porque se excavaba una especie de pozo en el terreno y luego
una serie de túneles, con lo que se destruían muros y pinturas. Su única
finalidad era llevarse todo lo que veían de valor», nos dice el
arqueólogo. Muy atrás quedan esas barbaridades. Pero se está también a
años luz del trabajo que hasta hace poco se hacía en Pompeya. «Hoy todo
se hace -explica Massimo Osanna- con un equipo muy articulado que prevé
todas las profesiones en la restauración de una casa: un director de
trabajos, arquitecto, directores operativos (arqueólogo, ingeniero,
restaurador) y todas las figuras que son necesarias para dar una
documentación global: antropólogos, paleobotánicos y arqueozólogos».
Más allá de las nuevas sorpresas que van a deparar estas excavaciones, Pompeya fascina siempre desde el inicio de las excavaciones
del 1748, porque desde entonces se abrió una «segunda vida» para la
antigua ciudad romana. Por eso, cuando el primero de agosto («el día más
caluroso del año», nos dice el director Osanna, a unos 40º) recorremos
algunas vías de Pompeya, están llenas de turistas que alimentan la
imaginación y los sentimientos. Así, en su caminar por la calle
principal de la ciudad, la Vía de la abundancia, un paseo único en el
mundo, es fácil respirar el ambiente de hace dos mil años, imaginarse
cómo eran las casas privadas, sus restaurantes, bares, panaderías,
fruterías…
La nostalgia por un paraíso perdido fascina y está en el imaginario
colectivo, hasta el punto de que se le asocian catástrofes aunque nada
tengan que ver con ella. Así acaba de ocurrir ahora con el desastroso
incendio de Grecia, el pasado 23 de julio en Atica, cuyo fuego
destructor ha permitido a muchos medios hablar de una nueva Pompeya. «La
dinámica del incendio y de la muerte son completamente distintas en
Pompeya –explica Massimo Osanna–. Aquí la muerte se produjo en manera
diversificada. Se inició la explosión del volcán, en la mañana del 24 de
agosto, y se produjo una lluvia de lapilli (pequeños fragmentos de
piedra), que comenzó a llenar progresivamente las calles (alcanzó un
nivel de 5 metros en algunas zonas). En ciertos casos, hundió los techos
de las casas, por lo cual algunos murieron por el derrumbe de los
primeros edificios. Quien sobrevivió a esta primera fase, que duró 18
horas, murió luego por la llegada de la corriente piroclástica
(fragmentos más grandes que lapilli y cenizas), que no es la lava ni el
fuego. A Pompeya llegó una nube de cenizas y materiales arrastrados por
la fuerza de esta nube de altísima temperatura: ramas de árboles,
bloques, etc. Quien fue envuelto por esta nube murió por shock térmico,
por la alta temperatura, pero no carbonizado; su muerte fue por calor o
por asfixia».
Precisamente, en la Región V se ha encontrado el esqueleto de un hombre cuando trataba de huir.
Apareció con un bloque de piedra sobre la cabeza. Un descubrimiento que
aportará grandes novedades, según el director Osanna: «Hemos hecho
todos los análisis posibles (osteológico, radiológico, ADN, etc), que
nos permitirán averiguar de dónde provenía, su edad, la dieta que hacía,
sus enfermedades, su estatus, cómo murió, cómo fueron los últimos
momentos de su vida. Será una documentación increíble. Este pompeyano
huía con una pequeña bolsa sobre el pecho con veinte denarios (la moneda
romana) de plata, y algunos de bronce, lo que significa un salario
medio para medio mes de una familia normal (tres personas). Llevaba la
llave de casa, con la esperanza de volver».
El Gran Proyecto Pompeya supone una gran revolución
interna porque se ha cambiado radicalmente la concepción sobre las
excavaciones y la restauración. «Antes se restauraba una casa en un año,
otro edificio al año siguiente –explica Massimo Osanna–. Se hacían
trabajos no sistemáticos. Ahora consideramos que Pompeya es una ciudad y
como tal debe ser tratada, situando en primer lugar su seguridad.
Antes, gran parte de Pompeya estaba cerrada al público, porque no era
segura. Hemos dado seguridad a cada muro, a todas las casas. Esto ha
permitido abrir áreas siempre cerradas. Había zonas enteras, con sus
calles y casas cerradas, desde el terremoto de 1980. Además, en cuatro años hemos restaurado una treintena de casas o edificios, incluso con sus elementos decorativos, como frescos, mosaicos…»
Forma parte de esa revolución en Pompeya el que «hoy no se excava por
excavar, sino que se hace con tutela, primando la seguridad, y con
objetivos muy precisos», asegura Massimo Osanna. Lo hemos visto en la
Región V, donde se puede comprobar que Pompeya entra en el mundo
contemporáneo: «Esto es una revolución. Usamos todas las tecnologías actuales para documentar en 3D y archivar absolutamente todos los datos de las excavaciones.
No se pierde ni uno –afirma el director Osanna–. En el futuro, el
esfuerzo fundamental estará en la conservación. ¿Cómo conservar estos
colores maravillosos de los frescos? Hay colores maravillosos que,
apenas toman contacto con el aire, se empiezan a descolorar, aunque
intervenimos de inmediato con los restauradores». Así lo comprobamos en
la Región V, viendo trabajar a la restauradora Giovanna Traettino:
«Nuestro tarea es poner en seguridad la obra, haciendo una labor de
conservación que sea reversible, es decir, que sea posible mañana
cambiarla si hay materiales o técnicas más
avanzadas».
avanzadas».
El fruto de esta revolución en Pompeya es que hoy, al visitar algunas
de sus casas, uno tiene la sensación de estar en un pequeño museo. Así
ocurre, por ejemplo, en la Fullonica di Stephanus
(domus con lavandería), que hoy ha recobrado la vida. «En algunas casas y
edificios hemos rehecho las habitaciones y llevado allí sus propios
objetos, que en los años 70 se habían dejado en depósitos para
mantenerlos en seguridad. Algunos objetos y muebles son originales,
otros los hemos hecho expresamente. Esto es bellísimo, porque se pueden ver los objetos de la vida cotidiana en su lugar y no en un museo en vitrinas fuera de contexto», afirma el profesor Osanna. El terreno de Pompeya abarca 66 hectáreas. En total se han excavado 44 hectáreas. Queda un tercio a disposición de las nuevas generaciones, que podrán descubrir y gozar de nuevas maravillas.
En ese futuro seguirá jugando un papel España, como ya lo hizo también
en el pasado». «Aquí encontramos cotidianamente ánforas con el garo (una
salsa de pescado utilizada como condimento) que venían de Hispania.
También encontramos cerámica ibérica del siglo III a.C. Hoy Pompeya está
abierta a las colaboraciones internacionales y vienen profesionales de
las mejores academias. Muy estrecha es la relación con España, en
particular con Madrid y con arqueólogos de las universidades de Valencia y Cádiz. Espléndida es la colaboración de investigación con el profesor José María Luzón, que encontró toda la documentación sobre Pompeya del siglo XVIII que estaba en Madrid en español, porque las primeras excavaciones se iniciaron bajo Carlos III de Borbón, en 1748.
No se puede concebir una investigación de Pompeya sin España, porque
desde el inicio de esta extraordinaria aventura arqueológica ha estado
España», afirma Massimo Osanna.
Vide: ABC.es/Noticias de Pompeya