miércoles, 29 de agosto de 2012

TRAJANO, EL EMPERADOR HISPANO



Nacido en la ciudad hispánica de Itálica, destacó como general y fue designado por Nerva como sucesor al trono, en el año 98 d.C. Militar brillante y buen administrador, erigió en Roma notables monumentos y fue grandemente elogiado por sus panegiristas.

 Ascendió al trono imperial, en el año 98, únicamente gracias a sus méritos personales, demostrados en la defensa de la frontera germana. Así al menos lo afirmaron sus panegiristas, convencidos de que Trajano inauguraba una nueva edad de oro en el Imperio romano.

 En la tumultuosa historia de los primeros emperadores de Roma, Trajano parece inaugurar un remanso de orden y paz interna. Pocos años antes, en el 96 d.C., el reinado de Domiciano había terminado en una vorágine de terror político, denuncias, exilios, ejecuciones y con el asesinato final del propio césar. El Senado, principal víctima de aquel gobierno, llevó al trono a uno de los suyos, Nerva, quien se ganó el favor de la élite romana con un gobierno moderado y casi republicano. Hubo de enfrentarse al ejército, en especial a la guardia pretoriana, pero más allá de esta oposición, la avanzada edad de Nerva y su falta de descendencia directa lo convertían en una figura de transición y enseguida se planteó quién habría de sucederle. Fue entonces cuando las esperanzas de todos se pusieron en Marco Ulpio Trajano, un general de ascendencia hispana que había desarrollado una brillante carrera bajo Tito y Domiciano. De él se esperaba, como militar experimentado, que garantizase la defensa del Imperio, amenazado en las fronteras, pero también que restaurase el buen gobierno según el modelo de Augusto y las pretensiones de la aristocracia senatorial. 

Trajano fue el primer emperador en ser adoptado por un predecesor que no pertenecía a su familia. Además, según Plinio el Joven, Nerva le concedió el título de emperador: de esta forma se configuró una doble monarquía electiva, con un emperador civil y uno militar. 

Tras la muerte de Nerva en enero del año 98, Trajano asumió el poder de inmediato. A comienzos del año 99 hizo su entrada triunfal en Roma, después de haber ordenado ejecutar en Germania a los asesinos de Domiciano.

 En los primeros años de Trajano, la actitud modesta del emperador y la condena del régimen de Domiciano le ganaron el favor del Senado. Entre los aliados de Trajano no hay que olvidar a un grupo que desempeñó un papel destacado en su reinado: los intelectuales. Fueron numerosos los escritores que se dedicaron a ensalzar el régimen y a defender la idea de que Trajano era un príncipe ejemplar, capaz y óptimo, que venía a inaugurar una nueva era, un nuevo siglo de prosperidad y expansión para el Imperio. Este Trajano divinizado por sus panegiristas, el soberano tan afable y modesto como celoso de su poder, fue, ante todo, un comandante militar. Sus guerras de conquista en Dacia, entre los años 101 y 106, y la ocupación del reino nabateo por parte del legado de Siria, Cornelio Palma, dieron al Imperio romano la mayor extensión jamás alcanzada. En el año 114 se lanzó a la conquista de Armenia y de Mesopotamia, llegando incluso a las puertas de Babilonia. Pero al año siguiente, ya enfermo, tuvo que volver a Roma. Nunca volvió a ver la capital: en agosto del año 117 la muerte lo sorprendió en Selinunte, en la provincia romana de Cilicia. 



 

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